Esta es la leyenda de Gachil y sus dos hijos. Chunko: con su miscachillca y como castigo su río Mapa y Tutupaja: con su Kari y su cantarín río Arancante.
TEXTO: Abner Viera | FOTO: José Romero
Gachil, poderoso monarca, dueño de vastas tierras que abarcaban desde el río Marañón en Uchos hasta las punas del Quiswar y los Shashales y hermano menor del gran Apushallas, era un noble señor, que siempre estaba dispuesto a dar ayuda a sus súbditos.
Mientras recorría un día por sus dominios, fue invitado a quedarse a comer en la casa de Quichikancha, una mujer solitaria y perversa. Ella aprovechando un descuido le puso en su comida unos cogollos de miskachillca, que Gachil al terminar de comer sintió un sueño profundo, siendo acostado en el lecho de la mujer.
Al otro día, cuando despertó de su sueño, se vio desnudo y con una sensación de angustia en su corazón. Quichikancha le trajo un mate de garabamba con garán de coche huachuco, con chincho y cebollar, en otro puko un suculento chullpo con una gacha de rocoto. Gachil, se levantó con pasos vacilantes y comió con un hambre de siglos y se quedó allí a contemplar sus dominios. Después de una semana decidió partir a su palacio y Quichikancha quedo embarazada.
Nació un varón de una robustez nunca vista, con unos ojos tan negros y profundos como si en ellos estuvieran vaciadas todas las sombras. Por mutuo acuerdo le pusieron de nombre CHUNKO. Gachil estaba comprometido con una noble y hermosa dama llamada Macanyita, quien al saber del desengaño se sumió en un inmenso dolor, pero como sabían todos la maldad de Quichikancha, la consolaban hasta llegar a perdonar su falta y su error, así que paso un tiempo y Gachil se casó con Macanyita. Llegaron a tener un hijo, tan hermoso que era la admiración de los que allí moraban, le pusieron por nombre TUTUPAJA.
Chunko, era un ser malvado y prepotente, siempre dispuesto a adquirir lo que quería con maldad y fiereza, mientras Tutupaja era un noble gañán, de casta recia, de buenos y nobles sentimientos. Había una hermosa joven llamada Kari, cuando se vieron, ambos quedaron embelesados de amor y ternura, haciendo de sus corazones amplios altares de fuego y pasión.
El día de la boda se paralizó todo el imperio de Gachil, vinieron muchos invitados, entre ellos el tío Apushallas, padrino de la ceremonia, acompañado de sus bellas doncellas las Tres Tullpas, todo era una algarabía con música de quenas y antaras, con cajeros de hablantes roncadoras.
Chunko, hacía una semana que no se le veía por ningún lado hasta que apareció como un fantasma y después de dar el saludo a los invitados se dirigió a saludar a la novia, que estaba preparándose en su casa de la Cuev´e Punko; con sus artimañas logró pasar hasta sus aposentos y sacando de su alforja una pequeña picsha de huayhuash, la desató y allí llevaba el polen de flores de miskachillca, la bella Kari al sentir el olor, le pareció que flotaba como en una nube y se desmayó. Chunko la ultrajó a su antojo y escapó a grandes trancos por el camino de los Antarpos.
Enterados de tal afrenta Gachil, lloró tanto que sus lágrimas se convirtieron en un río, Apushallas y sus doncellas las Tres Tullpas se regresaron a sus dominios con una tristeza infinita. Gachil en su dolor maldijo a aquel malvado hijo: “Nunca serás fértil, tus abismos serán temidos por los hombres y tu madre Quichikancha tampoco servirá para nada, excepto el vientre que te mantuvo por nueve meses, tu planta de miskachillca quedará en el abismo más profundo de tu malvado corazón, donde nadie pueda llegar y como símbolo de tu maldad, llevarás en tus espaldas las aguas turbulentas y sucias del Río Mapa”.
Y volviendo la mirada y alzando la voz y la mano le dijo a Tutupaja: “Hijo amado, tú serás el noble y fiel guardián de este pueblo, serás loado y en tus faldas crecerán hermosas flores, y en tus fértiles campos se deleitarán los hombres. Tu bella Kari estará contigo para consuelo de tus penas y mis lágrimas con las de ella, formarán el Río Arancante como símbolo de la nobleza, que servirá para beneficio de los hombres. De límpidas y pulcras aguas que en sus orillas crecerán exóticas y bellas plantas, frutas y silvestres flores, que perfumarán para siempre el alma de sus gentes. Serás cantado en las coplas y en los versos de los poetas.
Libro: “LA PICHANA” | Autor: Abner Tomás Viera Quezada